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Antecedentes Históricos:

 

            La palabra “Ucareo” tiene varios significados en la lengua tarasca, uno de ellos es “hucarani”, que quiere decir “lugar donde se fructifican los árboles”, otro significado es “donde hay muchos nogales y tejocotes”. Este pueblo data desde la época prehispánica y sus primeros pobladores se asentaron en sus montes principalmente para trabajar la obsidiana, una piedra que abunda en este pueblo y sus alrededores la cual era labrada y utilizada como cuchillos, navajas, ornamentos, aretes y puntas de proyectil que se utilizaban para la guerra. Exactamente no se sabe quienes fueron sus primeros pobladores, ya que era una región cosmopolita, aparte de ser paso para las grandes peregrinaciones que se realizaban en el pueblo de Araró, donde se llevaban a cabo grandes sacrificios en masa y se veneraban a las deidades tarascas. Los grupos étnicos que predominaban en esta región eran los mazahuas, otomíes y tarascos. En el siglo XV los tarascos conquistaron el pueblo de Ucareo para establecer un señorío, en donde se avecindaron a las personas más belicosas y dispuestas a la guerra de todo el imperio Tarasco, ya que los montes de Ucareo servían para vigilar la frontera con el imperio Mexica y así prepararse para las posibles invasiones.


        En el siglo XVI, tras la llegada de los españoles a los pueblos de Acámbaro y Taximaroa el pueblo de Ucareo quedó teóricamente conquistado, por lo que se estableció una encomienda. El primer comendador fue Gonzalo de Holguín, seguido por Juan Bezos y al término de las dos encomiendas en 1531 paso a formar parte de la Corona Española. Los primeros evangelizadores fueron los franciscanos, seguidos por los agustinos, quienes decidieron establecerse en el pueblo para construir un convento  dedicado a San Agustín de Hipona. El encargado de construir el convento en el año de 1554 fue Fray Juan de Utrera, el cual lo termino en poco menos de un año, por lo que ya estaba listo para el año de 1555 y el templo se levantó en el año de 1602 por Fray Gregorio Rodríguez. Los indios se bautizaban en cuatro fechas principalmente, en las pascuas, pentecostés, San Agustín (28 de agosto) y en navidad; para estos días de fiesta se arreglaban las calles del pueblo, el interior del templo se abarrotaba de fieles y en el atrio se hacia la procesión con el Santísimo.


        La principal actividad económica durante la colonia consistió en el corte de maderas que se vendían a otras ciudades de la Nueva España, por lo que se le conocía a los montes de Ucareo como “la fortuna del monte” o “la mina del fraile”, debido a que a cambio de las maderas que eran de gran calidad recibían oro y plata de las minas de Guanajuato y Zacatecas. Los frailes trajeron árboles frutales de España como púas de perales, manzanos, ciruelos, duraznos y nuez de castilla ya que eran propicios para que crecieran en abundancia por el clima frío de la región. Durante este periodo en todo el mundo se vivió un cambio climático muy frío, por lo que el pueblo de Ucareo era escenario de constantes nevadas y aunado a esto sus hermosos paisajes naturales de pinos y sus cristalinas lagunas los frailes describían en sus crónicas al pueblo como a “la Suiza mexicana”. En el siglo XVIII después de que el conjunto conventual fue asolado por un gran incendio se llevó a cabo la secularización de su doctrina y es así como los frailes se fueron del pueblo. La cabecera parroquial se mudo al pueblo de Tziriztícuaro y es hasta el siglo XIX cuando nuevamente el templo de Ucareo se eleva al rango de parroquia por lo que quedan sujetos los pueblos de Santa Ana Jeráhuaro, Buenavista de San Miguel, Santiago Puriatzícuaro, San Ildefonso, Huajúmbaro de Guadalupe, Bucio, El Sauz, El Salto y San Joaquín Jaripeo. También en lo político una vez finalizada la guerra de Independencia, el pueblo de Ucareo obtuvo el título de cabecera municipal.


        Posteriormente dejó de hablarse en este pueblo el idioma tarasco, ya solamente se hablaba el español y con la llegada de familias provenientes de España y Francia comenzaron a cambiar las costumbres y tradiciones indígenas, aunque la música sacra y los cantos religiosos, legado que habían dejado los frailes agustinos seguían su curso en el coro del templo. Según las estadísticas del año de 1862 el pueblo contaba con 2,200 vecinos, dos mesones, poco comercio, una escuela de niños, la mayoría de las casas eran de madera (trojes)  y el curato era atendido por un sacerdote y un vicario. Las principales fuentes de trabajo se encontraban en las famosas haciendas de El Sauz y San Joaquín Jaripeo, esta última la más importante, ya que contaba con grandes extensiones de tierras con bosques por lo que su principal actividad eran los aserraderos y el acarreo de maderas de los montes a las galeras de la hacienda y de ahí por medio de vagones, se llevaba la madera hasta la estación de Huingo, ubicada a escasos kilómetros de la villa de Zinapécuaro de Figueroa. La vida en el pueblo era pacífica y tranquila, la gente dedicada a las labores del campo, al igual que habitaban al pueblo varias familias adineradas que los domingos las mujeres de la alta sociedad se hacían notar dando un paseo por la plazuela o subiéndose a su carruaje con rumbo a las villas de Acámbaro y Maravatío para comprar joyas, vestidos, alhajas u otros artículos. A finales del siglo XIX Ucareo contaba con varios comercios de índole citadina como “La Botica La Salud”, “El Zapatero del Portal”, “El Centro Mercantil de Maravatío”, “El Mesón de Las Cuatro Esquinas” y las tiendas “La Paloma”, “El Privilegio del Monte”, entre otras. Dejó de ser cabecera municipal en el año de 1893 debido a que estaba muy mal organizado el municipio y por tener problemas con la tenencia de Jeráhuaro quedando así el pueblo de Ucareo sujeto a Zinapécuaro hasta la fecha. El 15 de septiembre de 1910 se estrenó en la plazuela un monumento en honor a Miguel Hidalgo y Costilla con motivo del Centenario de la Independencia de México. 


         Durante el periodo de la guerra de Revolución Mexicana el pueblo de Ucareo sufrió toda clase de robos, saqueos y muertes, debido a que llegaron a la región grupos villistas que tenían el fin de atemorizar a la población para que les abastecieran de víveres y dinero. Las consecuencias del bandolerismo fueron trágicas y casi estuvo a punto de desaparecer el pueblo porque ya era insoportable seguir viviendo en un lugar donde casi diario se cometían crímenes y asaltos, por lo que en 1916 solamente alrededor de cien personas habitaban en el pueblo después de que había tenido una población de casi 4,000 habitantes. La paz llegó a la región hasta finales de 1919, pero no obstante en los siguientes años con la Guerra Cristera y la lucha por la repartición de las tierras de la hacienda de San Joaquín Jaripeo se derramó mucha sangre en el pueblo de Ucareo hasta que el Presidente Lazáro Cárdenas ayudó al pueblo y junto con las personas que lucharon por las tierras se creó el Ejido de Ucareo.


        Finalmente con la llegada del Cura Fidel Cortés en 1944 comenzó con el mejoramiento de obras y beneficios para las familias del pueblo, entre ellas unificó a sus habitantes, llevó a personas para que enseñaran a las amas de casa a aprovechar las frutas de las huertas haciendo almibares, frutas en conservas, licores, mermeladas y ates, de igual manera impulsó la economía con el aprovechamiento de la tierra y el clima comenzando a crecer las huertas. A principios de la década de 1970, por iniciativa de un grupo de ucarenses se decidió crear una feria frutícola que diera a conocer el trabajo de los fruticultores, impulsar la economía en la región y ofrecer al mundo los productos de Ucareo, Fue así en el año de 1976 cuando el gobierno del Estado de Michoacán aprueba la feria y estableciéndose en los últimos días del mes de julio, coincidiendo con la temporada de las peras y destacando su calidad, como la mejor en Michoacán, por lo que se le llamó La Feria de La Pera, feria que en el año 2012 llega a su edición número 36, la cuál dio a conocer a el pueblo de Ucareo por su potencial frutícola, la calidad de sus productos, sus paisajes, el conjunto conventual agustino y por sus bellas mujeres que son representadas cada año durante la Feria de La Pera.

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